por PATRICIA ORTEGA, ROCÍO MELCÓN y ALBERTO IGLESIAS FRAGA


martes, 17 de marzo de 2009

Un modelo de prevención primaria de las enfermedades de transmisión sexual y del VIH/sida en adolescentes



Existen diversos modelos de referencia para abordar el tema de la promoción de la salud entre los adolescentes (25-30). El modelo de prevención de ETS/sida en adolescentes desarrollado en la presente experiencia incluyó múltiples factores. Se tuvieron en cuenta los conocimientos sobre la sexualidad y ETS/sida que poseían previamente los adolescentes, las actitudes, valores y creencias, las necesidades e intereses de los adolescentes sobre la sexualidad, la práctica de conductas preventivas, la percepción sobre la gravedad de las ETS/sida, los conceptos de vulnerabilidad y riesgo (percepción de causalidad y su relación con el tiempo que tarda en manifestarse el efecto), los niveles y fuentes de acceso a la información sobre la sexualidad y ETS/sida y, por último, el medio ambiente en el que viven los adolescentes (situación demográfica y nivel socioeconómico de las familias).

Para muchos adultos, ofrecer información sobre la sexualidad a los adolescentes es motivo de preocupación, ya que consideran que los jóvenes son sexualmente promiscuos y que suministrarles nuevos conocimientos aumentaría dicha promiscuidad (31). Este es sin duda uno de los factores que han determinado el débil desarrollo de los programas de educación sexual en nuestro medio y, en ocasiones, la franca oposición de algunos sectores sociales a este tipo de iniciativas. En diversos estudios analizados por la OMS (32) se constató que los programas de educación sexual estimulan a los jóvenes a posponer las relaciones sexuales penetrativas o, si ya son sexualmente activos, a reducir el número de parejas e incorporar prácticas sexuales más seguras. Este trabajo revela que un porcentaje considerable de los adolescentes del área de estudio mantiene relaciones sexuales, aunque la información que manejan al respecto es con frecuencia insuficiente o de mala calidad, lo que corrobora la pertinencia de implementar programas educativos específicos.

Los jóvenes que se incorporaron al proceso de capacitación interiorizaron una serie de conceptos que aumentaron sus conocimientos, modificaron moderadamente algunas actitudes, valores y prácticas relacionadas con su autoestima, su sexualidad, su salud, la prevención de ETS/sida y de embarazos en las adolescentes o el respeto por sus iguales. La capacitación de los docentes permitió desarrollar aprendizajes significativos sobre la sexualidad, ETS y sida sobre la base de un ciclo de enseñanza que, partiendo de las propias vivencias, lleva a la reflexión, la conceptualización, la aplicación de lo aprendido y el desarrollo de nuevas vivencias. Es obvio que una educación sexual diseñada de forma técnica, objetiva y científica, ofrecida por personal capacitado que, además de poseer competencia pedagógica, exprese su compromiso con los adolescentes, será siempre preferible a la información, generalmente de mala calidad, a la que acceden los jóvenes a través de los medios de comunicación de masas, las revistas o simplemente los amigos. De ahí que la actitud positiva demostrada por los docentes, principales agentes mediadores de los procesos educativos institucionalizados en el ámbito escolar y multiplicadores de la experiencia, constituya un logro que debe consolidarse y represente una opción que debe estimularse. Por otro lado, la relación jerarquizada que predomina en las familias de nuestro medio hace que los padres no sean una fuente de información y orientación sexual asequible para los jóvenes, que generalmente carecen de la confianza suficiente para plantear este tipo de cuestiones. Los padres a menudo no expresan la disposición, la prudencia y la madurez necesarias para dialogar sobre el sexo y la sexualidad con sus hijos. Frente a esta situación corresponde a las instituciones educativas ofrecer las oportunidades necesarias para que los adolescentes accedan a información veraz y oportuna sobre la vida sexual.

Existe un vivo interés entre los adolescentes por mejorar sus conocimientos sobre la sexualidad, incluidos aspectos referidos a su propio cuerpo, la reproducción, las relaciones sexuales, el uso de anticonceptivos, el problema de los embarazos precoces, la prevención de las ETS, etc. Esta natural y necesaria curiosidad tiene que ser atendida por las instituciones educativas. Negarla sería propiciar la distorsión de esta importante faceta de la vida y perpetuar los problemas a que las demasiado frecuentes prácticas de riesgo dan lugar. Durante la fase inicial se identificó una cierta confusión entre los adolescentes. Consideraban, por ejemplo, que sexualidad es sinónimo de sexo (entendido como mantener relaciones sexuales penetrativas); tendían a ignorar que ciertos aspectos afectivos pueden estar implícitos en la sexualidad; persistía la concepción de que lavarse los genitales después de mantener una relación sexual ayuda a prevenir embarazos y ETS; aunque el uso del preservativo era valorado como una alternativa adecuada de prevención, su compra y uso se asociaban a relaciones sexuales con prostitutas o fuera de la pareja estable, lo que limita su uso) (33); el riesgo de contagio de ETS/sida se asociaba débilmente con el número de parejas sexuales; consideraban que el riesgo se relaciona con prostitutas, homosexuales, lesbianas y drogadictos, y con mantener relaciones con personas desconocidas, aunque existía también el criterio de que todos están expuestos al contagio. Los adolescentes consideran que los embarazos no deseados y el sida son los principales problemas derivados de las prácticas sexuales. En la percepción del adolescente, el sida es sinónimo de muerte (un claro elemento para estimar la valoración de la gravedad de la enfermedad), aunque el riesgo es percibido como muy lejano. Existen actitudes discriminatorias hacia las personas portadoras de VIH (no admiten, por ejemplo, compartir aula con una de ellas). Los jóvenes entrevistados son categóricos al afirmar que la gente que tiene sida tiene lo que se merece.

El estudio evidencia una mayor frecuencia de relaciones sexuales por parte de los adolescentes varones; los valores machistas tienden a estimular la iniciación sexual temprana y la promiscuidad, mientras que en las culturas de origen latino este comportamiento es peor aceptado cuando se trata de mujeres (34). Aunque en menor medida, las adolescentes también aparecen como sexualmente activas, como ya señalaran trabajos previos (35). La mayoría de las adolescentes que declararon haber tenido relaciones sexuales tenían 13 y 14 años de edad, dato que coincide con los de otros estudios de este tipo efectuados en el país (36). La escasa educación sexual de los adolescentes antes de la intervención educativa no es solamente una característica del área de estudio, sino que parece ser una situación frecuente en el país y en América Latina (37, 38).

El modelo de prevención de ETS/ sida aplicado en el presente estudio se mostró capaz de transmitir conocimientos que los jóvenes asimilan correctamente en la mayoría de los casos. La comparación de los resultados obtenidos antes y después de la intervención así lo evidencian. Es posible que el corto lapso transcurrido entre la aplicación de la experiencia educativa y la encuesta de CAP final influyese en los buenos resultados del grupo I. Los jóvenes que recibieron la capacitación manejan adecuadamente conocimientos sobre prevención de ETS/sida, uso del preservativo o seguridad en las relaciones sexuales; sin embargo, la falta de estudios de seguimiento para constatar la modificación de comportamientos hace que esta información deba ser considerada con cierta cautela.



EXTRAIDO DE:
Rev Panam Salud Publica vol.10 no.2 Washington Aug. 2001
Autores:Teodoro Barros,Dimitri Barreto,Freddy Pérez, Rocío Santander, Eduardo Yépez,Fernando Abad-Franch y Marcelo Aguilar V.

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